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Desde la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Santa Cruz de la Calle Sevilla y en nombre de todos los hermanos de esta Centenaria corporación, os damos nuestra más cordial bienvenida a este blog, que con seguridad nos servirá a todos para conocer mejor nuestra Hermandad y su vida asociativa, y así enriquecernos a nivel personal y colectivo.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Sol de la mañana.


Amanecía en la calle Sevilla una vez mas entre colgaduras rojas, adoquines limpios y aceras encaladas. Amanecía una vez más, asomando el sol a la ciudad por donde lo hace cada día, inundando de luz las calles blancas de este pueblo.

En la calle se oía un murmullo de campanilleros a lo lejos, un estallido de cohetes escalonado, y unos acordes de banda de música aun lejana. La Virgen del Valle volvía a visitar los hogares de sus hijos, a repartir clemencia, a ser de nuevo la “Vida, Dulzura, y Esperanza Nuestra”.

Vecinos en las aceras, sentados al fresco de la mañana esperando a la Virgen. La Capilla con las puertas abiertas recibía el estallido de sol y de luz al tiempo que sonaban en su interior coplas de campanilleros.

La Virgen se sabía a lo lejos. Recorría las calles que cada año son bendecidas por el Santo Madero entre el fervor y la pasión.

Y así venía la Virgen, agasajada de flores, cobijada por banderas y guirnaldas, arropada por su pueblo, en un recorrido de vuelta a su casa lleno de ilusión y de sentimientos de cercanía.






La Virgen llegaba así a las puertas de la capilla del Santo Madero. Una vez más, blancor de plata y luz y ofrenda refulgente a Dios en el mismo lugar. Blancor de plata en su ráfaga y luz cegadora en las cales. Oro sobre rojo en las colgaduras, en su manto, y en el camarín de la Cruz. Arrebol en las mejillas encendidas  de mi Virgen y en la sonrisa de su divino Hijo que se encontraba, frente a frente, con un madero revestido del mismo blancor de plata que rodea la figura bendita de su madre durante todo el año.

Entró despacio, en un dintel que parecía hecho a su medida, como Ella está hecha a la medida de nuestra fe y de nuestra devoción. Allí la esperaba una Hermandad Centenaria que había ido a esperarla con el Simpecado que la visita cada mes de mayo para llevarle flores.





Se cumplían cuarenta años de la primera visita a este lugar, y un cuadro donado al efecto por la Hermandad del Valle recordaba aquella efemérides. Aplausos, vivas y oraciones. La Virgen se giraba y se disponía a salir de nuevo a la Calle. De nuevo el estallido de sol en la puerta. De nuevo la luz cegadora, el color de las flores que caían desde el campanario y de las que traía a sus pies en forma de ramos apiñados. Y de nuevo el blancor de la plata en el dintel de ladrillo limpio.







La Virgen buscaba su casa, calle Sevilla abajo, su torreón almenado para recibir oraciones en el devenir diario de nuestras vidas. Se llevó, eso sí, un trozo de primavera bajo su manto. Muchas oraciones, muchas plegarias, muchos ruegos en cada puerta, en cada casa, en cada corazón que la implora. Ella está por encima de todo. A ella pedimos vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos. Y a Ella pedimos, volver a esperarla de nuevo en nuestras puertas y en nuestras casas, allí donde se encuentra el viejo Madero Santo de la Calle Sevilla.



Texto: José María Márquez Pinto.
Fotos: José María Pichardo Díaz y Fco Rogelio Cabrera Pérez.