Bienvenidos

Desde la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Santa Cruz de la Calle Sevilla y en nombre de todos los hermanos de esta Centenaria corporación, os damos nuestra más cordial bienvenida a este blog, que con seguridad nos servirá a todos para conocer mejor nuestra Hermandad y su vida asociativa, y así enriquecernos a nivel personal y colectivo.

sábado, 15 de febrero de 2014

Historia de una Capilla.


Presentación.


No, amigo lector, no ha sido casual el hecho de que el título de esta nueva serie que hoy iniciamos (Historia de una Capilla) figure precisamente en el medio de esta dos fotografías que lo acompañan, y es que, entre una y otra, median doce meses intensos de obra, sacrificios y desvelos que es lo que en realidad se desgrana a la largo de los quince capítulos que nos van a acompañar desde el próximo mes a todos los lectores de Corumbel. Detrás de esas cuatro lapidarias palabras late toda una calle, todo un pueblo, que bulle fogosamente por ver realizado el sueño de la construcción de una capilla crucera, todo un revuelo y animación populares que harían posible que la imagen de la izquierda (una antigua casa de la actual calle Manuel Siurot) se transforme en menos de un año en la majestuosa y artística obra de arte que figura a la derecha.

Se aprecia muy pronto el contraste, casi de un solo golpe de vista. Pero la transformación es fruto de un puñado de meses, lentos y rápidos a un tiempo, de un paulatismo y proceso de ilusiones y dificultades de cuyo desarrollo vertebran los capítulos de esta serie. Dos fotografías, en definitiva, separadas y unidas -según se mire- por un sacrificado proceso en el que las dificultades se mezclaron con los deseos ilusionados, los desencantos con las esperanzas renovadas, el frío trazado del diseño arquitectónico con la animada atmósfera de vecindad y con el calor humano, plagado de anécdotas, que en todo momento presidieron la construcción de la Capilla de la Calle Sevilla.

Toda esa intrahistoria, menuda, episódica pero tremendamente humana a los ojos sensibles de todo palmerino, se rezume y vibra a través de las páginas que van a conformar esta nueva serie que con este capítulo introductorio se inicia. Están escritas en septiembre de 1970, es de decir, sólo unos meses después de la inauguración de la Capilla (mayo del mismo año), y con son cosecha particular de Pedro Pérez Flores, asiduo colaborador de esta revista y director, entonces, de las obras de la Ermita, cuya indeleble impronta artística está a la vista de todos. Y fueron escritas en Madrid, en la lejanía espacial y con la perspectiva de tiempo suficientes para echar la vista atrás y contemplar, reflexionar y estampar en el papel las impresiones de lo que se acababan de ser doce meses de intensa labor (junio 69 / mayo 70), aunque la idea de tan ambiciosos proyecto ya espoleaba su mente inquieta desde bastante antes. Ahora, por gentileza de su autor, se publica en exclusiva este importante material inédito, y cuya iniciativa agradecemos.

En las obras no participó ningún arquitecto o aparejador del Ayuntamiento, sino la valía artística de Pedro y el buen hacer de albañiles palmerinos y, por supuesto, la animosidad de un buen puñado de voluntarios, en todos los frentes, desde las tapas a los obreros hasta los donativos, desde las rifas hasta la aportación de materiales… Toda una historia menuda, salpicada de espontáneas contribuciones, y con la artesana ingeniosidad a la que obligan los frecuentes apuros económicos.

La redacción de esta revista espera del pueblo de La Palma esa dosis de madurez que se exige cuando se tratan temas de cruceros. Estas páginas están escritas y serán publicadas para todos los palmerinos, y no sólo para los piomperos, como a primera vista podría suponerse. Porque en la construcción de esta Capilla colaboraron no pocos bartolos; porque su propio diseñador aportó interesantes sugerencias para la de la calle Cabo; y porque, en suma, la sola intención de Corumbel es la de rescatar y divulgar páginas inéditas de un importante capítulo de la historia de La Palma, procedan de donde procedan. Creemos que ante tales fines de objetividad histórica huelgan perjuicios de todo tipo. Es más: incluso pueden servir de oportuno acicate para que a esta redacción llegue aportaciones de parecido calibre procedentes de inquietos bartolos, cuya existencia nos consta. A eso sí que se la llama “pique” enriquecedor, fructífero, el mismo que hizo posible que hoy día La Pala cuente con dos importantes capillas cruceras que han enriquecido recientemente nuestro patrimonio artístico…


En nuestro próximo número comenzaremos, pues, a publicar estas páginas inéditas de Pedro Pérez Flores, así como las fotografías originales sobre el tema que él mismo nos ha cedido. Nos van a acompañar hasta finales del 89, por lo menos, y constituyen un aprovechable material coleccionable para los lectores -no pocos- que gustan de archivar estas páginas de la historia menuda, pero grande, de La Palma.


Historia de una Capilla.


Hoy, desde este asfalto trepidante de la capital de España, donde me encuentro contemplando el vertiginoso, aislado e individualista vivir de esta época (donde todo se materializa, se pierden las tradiciones, la fe tan arraigada a nuestros cimientos, el encanto de la poesía y el silencio), comprendo cuán grande fue la gran epopeya y el caso insólito, en tan breve plazo, de la construcción de esa nuestra maravillosa Capilla.

En esa luminosa ciudad, cal y parra, donde las palmeras aletean con la salda brisa y el geranio estalla con su alegre color. La Palma del Condado, señora de su apellido, centro y cabeza de su fértil partido, abierta y hospitalaria desde la orilla de las tres carabelas.

Y para su maravillosa Cruz, joya orfébrica en plata cincelada, orgullo y honra de la ciudad y muy especialmente de sus rutilante y alegre calle Sevilla, de a cual toma su nombre.

Quiero relatar en estas páginas, con sencillez, breve y sinceramente, la emocionante historia de su realización.

Desde tiempos muy remotos la Santa  Cruz se exponía, durante todo el florido mes de Mayo, en las casas particulares de la citada calle, en la habitación-dormitorio que tuviese puerta al zaguán, para facilitar la admiración popular. De un año para otro se hacían los ofrecimientos, por promesas o favores recibidos de la Santa Cruz. Y muchas veces teniendo que alterar toda la distribución de la casa y habilitando, como dormitorio el pajar.

Grandes espejos y cornucopias doradas cubrían las paredes… y derroche de flores que hacía las paredes que, por su penetrante perfume, se adivinase el lugar donde estaba expuesta…

Al evolucionar la vida se imponen nuevas construcciones, y van desapareciendo las grandes salas-dormitorios con puertas al zaguán. Pueden contarse con los dedos de una sola mano las poquitas que van quedando útiles para poder poner la Cruz, y surgiendo entonces el comentario popular de “las Cruces tienden a desaparecer”… Porque aclaremos que al pueblo lo dividen dos fuertes pasiones, bartolos y piomperos, como aquellos célebres “capuletos” y “montescos” del drama shakesperiano. Dos cruces, dos partidos, dos pasiones “encontradas”…

Estamos en los primeros días del año 1969. Un escaso grupo de dinámicos piomperos sugiere la idea de la compra de un solar para la construcción de una Capilla. Así se evitan para siempre las cavilaciones de buscarle casa a la Santa Cruz. La directiva pone el grito en el cielo pues el presupuesto económico es nulo. Es una idea estupenda, pero disparatada, y comentan que habría necesidad de privar al pueblo de sus tradicionales fiestas, para las cuales se pide durante todo el año. Creen que, al no celebrarse brillantemente las fiestas, se perdería la poca fe y el entusiasmo que va quedando en la nueva juventud.

La nueva idea va calentando los pensamientos, va tomando cuerpo y se barajan sitios y lugares de emplazamiento. Ha de ser en el mismo centro de la calle, para contentar a todos.

Se cifra una casita ruinosa en la misma esquina con la calle Vega. El precio escandaliza al escaso fondo con el que se cuenta: doscientas mil pesetas, un pequeño montón de ruinas. A los escasos directivos, tan pobres de espíritu como nobles de corazón, les asusta la idea.
El señor Presidente, Agustín Montes Suárez, aprueba la loca idea de embarcarse en tan disparatada empresa, la cual cree “superior a la de Colón”… Como principio proponer suprimir ese año el costosísimo Romerito, celebrar todas las restantes fiestas y comprar la casa.

La “Asociación Femenina” tiene un fondo particular, el cual se reserva para propios proyectos (treinta y dos mil pesetas) y no quiere soltar prenda. Se dividen las opiniones dentro del mismo “partido”, comenzando la batalla dentro de la propia casa y surgiendo el célebre estribillo de la famosa Parrala:

-       Unos decían que sí…
-       Otros decían que no…



"La casa de los Martínez".


Venciendo múltiples dificultades, se adquiere la casa de la esquina de la calle Vega. Los comentarios invaden la población y es en la rumorosa calle en medio donde la “fiebre crucera” (pues ya apunta Mayo) va haciendo sus estragos con los célebres “picores”…

Los “bartolos” acusan los impactos y, como no encuentran justificación para ellos, no celebran sus propias fiestas. Les espolea la compra de nuestra casa y comentan los unos con los otros:

-…Si la casa la han comprado entre varios, ¿quién tiene la llave?...

Y una del corro, más dicharachera, contesta:

-“Pasará como en la Casa de los Martínez de la Tele, que a tó er que llega le entregan la llave”…

En estos tiempos cruceros cualquier frase ingeniosa queda como dicho popular, y nuestra casa queda así bautizada con el popular nombre televisivo, tan célebre y querido por todas las familias españolas.

Se celebran todas las fiestas religiosas y profanas, alentadas con la compra de la casa para la nueva Capilla. Se escuchan rumores…:

-¿Quién la conocerá terminada?...

Las viejas reflejan el brillo de sus lágrimas porque creen, por su avanzada edad, no poder llegar a conocerla.

Es el grupo femenino (capitaneado por su presidenta y fundadora, Rocío Pérez Flores, con su eficiente colaboradora, Conchita Martínez Oropesa) el que se impone a no soltar un solo céntimo para las escasas fiestas, y así todo cuanto tienen, y mucho más, si se derriba la casa y se pone la primera piedra.

Aún no se han repuesto los Directivos del susto de la compra de la casa y ya estas valerosas mujeres los ponen entre la espada y la pared. Ellos proponen esperar, blanquear la casa, pasar allí las oficinas de la Hermandad e ir reuniendo para en años futuros construir el nuevo templo. Una larga espera…

Verdaderamente fue lanzada la primera piedra. Todos creen que es un disparate derribar. Todos menos el que os relata esta breve historia, que toma el mando (no siendo nadie en la Hermandad), según palabras de su propio Presidente. Y promete derribar la casa y construirla antes de las fiestas del año próximo, colocando la primera piedra en las cercanas fiestas del Corpus Christi, el inmediato cinco de junio.

La violenta polvareda de comentarios invade el ambiente, pero el pueblo ya vibra con la palabra CAPILLA. Los despistados jóvenes sienten nacer su ferviente amor por la Cruz. Los viejos se rejuvenecen de entusiasmo. Hombres y mujeres despiertan del largo letargo, inconscientes de dónde se encontraban.

Mientras los “contrarios” “se van al RIO”, nuevo programa que no llegó a cuajar. Los nuestros quieren tomar en sus manos la piocha y empezar los golpes…

La reducida Directiva opone sus recelos y quedan agazapados como conejillos de indias en el pequeño laboratorio de la accesoria de Luisita. De repente, un grupo de verdaderos cruceros, capitaneados por el célebre maestro Benito, empiezan a destejar.

La polvareda de comentarios es mucho mayor que la que levantan los escombros. Unos aplauden, emocionados; los menos fruncen el ceño, recelosos y desconfiados de la gran empresa.

Yo, desde los vecinos edificios, y como improvisado cameraman fotográfico, tomo las fotos que ilustran estas páginas, porque estoy seguro de que no está muy lejano el día en que pueda escribir esta historia, que será muy pobre literariamente, pero pura y sincera, y en la que pienso dar a cada cual el lugar que ocupó.

A la vez, brindo este pequeño ejemplar, y perdonen el retraso de mis brindis, a todos mis buenos amigos, los del “otro bando”, por si les puede ser útil en el noble y justo empeño de construir la suya. Dios y la Santa Cruz les ayude tanto como a nosotros.



"LA PRIMERA PIEDRA".


Durante la noche anterior, y sobre el regado derribo, dibujo en las dos blancas paredes que quedan con el vecino: en una, trazo la nueva fachada, que asombra por su grandiosidad, aprovechando el cisco suministrado por Valle “La Ringa”; en la otra, con grandes letras y valiéndome de gran publicidad que gratuitamente ha hecho el “enemigo”, escribo lo siguiente:

Como todos trabajamos
desde que suenan maitines,
la Capilla construiremos
en la “Casa los Martínez”…
Aunque algunos lo duden.
Y de esos que todo lo saben
esperamos su visita
para entregarles la llave….

A su lado aparecía una gran llave de forja dorada, propiedad de quien os relata. Las risas y alegres comentarios se sucedían. El penetrante aroma de las juncias, helechos y romeros perfuma el aire de este luminoso amanecer del cinco de junio del 69, día del Corpus.

La Cruz, sobre su trono de plata artísticamente engalanado de uvas, espigas y flores naturales, salía de la Iglesia Arciprestal acompañando al Santísimo Sacramento, como es tradicional, y ahora hace su triunfal entrada por la alegre calle Sevilla, que durante oda la noche ha sido artísticamente decorada. Es indescriptible el momento de la llegada de la Santa Cruz a los derribos, lugar donde se levantará su nuevo templo. El párroco bendice el lugar y los nuevos materiales que por espontánea donación han ido llegando… El alcalde Don Manuel Díaz García, introduce el palaustre en la mezcla y pone la primera piedra. Dos señoritas bajo sendas mantillas negras representan a las presidentas de honor de este emotivo acto, las admirables Hermanitas de la Cruz… Los de la Municipal de Salteras pierden el resuello soplando; los himnos de la Marcha Real se funden con las grandes salvas de cohetes que anuncian el principio de la gran obra…
Se ha cumplido nuestra primera palabra. La emoción inunda los sentidos y el pueblo vibra y vive el acto. Los fanáticos lloran emocionados. Los sinceros lloran corazón adentro, más profundamente: “¡¡Viva la Santa Cruz de la Calle Sevilla!!”… Es el grito unánime que se repite una y mil veces. Los rostros enrojecen enaltecidos. Comienza la gran batalla…

La calle Sevilla vuelve a recobrar ese ambiente crucero de antaño. Los vecinos de la calle lo demuestran multiplicándose en atenciones con todos cuantos llegan a sus puertas. Los que viven lejos pasean incansables por la calle una y mil veces sin querer iniciar la retirada. Es tan suya como de los que viven en ella. Las charlas sobré la construcción de la nueva Capilla son el principal tema de conversación y el aroma de estas fiestas.

Se masca en el aire los buenos deseos y el gran entusiasmo. Los viejos directivos creen todo esto como la “euforia de un día”…  pero yo creo firmemente en que se prepara el gran milagro. Se están iniciando las obras a golpe de FE y entusiasmo, echándoles las semillas de la esperanza y la ilusión.

Me dicen que todo esto es muy vano y poco efectivo. Yo contemplo el claro del cielo y me parece que tengo a mis espaldas los mejores ejércitos del mundo para logar el triunfo en la gran batalla.

Necesito comenzar las obras. Para ellas sólo cuento con el escaso dinero de la Asociación Femenina, conservado íntegro en valiente lucha por su firme presidenta. Ellas me alimentan y empujan. Son sólo treinta y dos mil pesetas y yo proyecto obras de millones…

Algunos me señalan como loco… Bendita locura la de construir una Capilla donde cobijar el triunfo glorioso de nuestra redención. Gracias a muchos locos se ha escrito las grandes hazañas de la Historia Universal.



LARGA PAUSA.


Venciendo múltiples dificultades, se inician las obras… Se presentaron varios proyectos previamente y la “Junta”, en pleno, los examinó y los tuvo varios días en estudio. Por unanimidad fueron aprobados los míos. Solicitan mi íntegra colaboración para dirigir personalmente las obras, teniendo que realizar todos los dibujos y visitas diarias a los trabajos para vigilar su perfecta ejecución. Como conozco bien el paño con el que voy a enfrentarme, pongo como condición y único precio el “poder libremente maniobrar y poder llamar al orden a cuantas personas, ignorantes en la materia, quieran meterse en mis proyectos y dibujos… por muy directivos y recaudadores que sean”…

Aunque de momento algunos lectores no comprendan el alcance de esta advertencia, después verán cuánta razón tenia al asegurarme desde un principio de dichos “poderes”.

El primer gran problema fue la búsqueda de un personal competente para la realización de las obras. Algunos buenos resultaban ser simpatizantes de la otra y se excusaban. Otros que incluso se ofrecían carecían de calidad en sus trabajos… Por fin llegamos a un acuerdo con mis primos hermanos Manuel y José Pavón Pérez. Prometen entre los dos comenzar y terminar las obras.

Para asegurarme de una buena marcha de “la empresa”, se nombran a varios miembros encargados, en la Hermandad, de materiales, vigilar las obras, control del personal, encargo con tiempo de todo cuanto vaya haciendo falta, etc… No menciono ni un solo nombre porque esto fue completamente nulo: unos con otros se excusaban y ni uno solo aparecía. Nadie era responsable de nada. Para mal acompañado más valía solo.

Pero, en verdad, no estaba solo. Sin estar anteriormente de mutuo acuerdo, sin promesas ni falsos juramentaos, casi sin buscarnos el uno al otro, formamos un cuarteto que sería el que sostuviese todo el tinglado hasta el final. Hago mera justicia al poner aquí sus nombres para la posteridad: Rocío Pérez Flores, Conchita Martínez Oropesa, Agustín Montes Suárez y quien, modestamente, suscribe estas páginas… Recaudación de fondos, cobro, viajes y proyectos estaban siempre resueltos con este constante y formidable cuarteto.

Desde que hicimos juntos el primer viaje a Sevilla para los primeros materiales de ladrillos finos, azulejos y demás elementos (siempre en los vehículos del Sr. Montes Suárez), forjamos en uno solo ese espíritu de lucha y sacrificio en horas de trabajo constante para poder llegar al fin que nos habíamos trazado.

Todos los demás quedaron rezagados y a la sombra. Alegaban que tenían muchas ocupaciones que atender. Yo salía diariamente de viaje a las seis de la mañana, y para todo tenía tiempo, para que no faltase nada por mi causa.

Ya se habían construido, tras la valla, los cimientos (en los que colaboraron todos los hermanos) y se había crecido el zócalo de ladrillo en limpio y fondos de pilastras de azulejos…

Las obras ya presentan su primer metro de altura. Los hermanos Pavón Pérez se pican también, el uno con el otro. No olviden que los piques constituyen el aroma del guiso crucero. Rivalidad hasta en las mismas sombras…

Se queda por fin solo el hermano menor y éste, haciendo honor a su apellido, se pavonea como un pavo real. Propone que tiene abandonados sus trabajos y que le es forzoso terminarlos…

¡¡¡Se paralizan, involuntariamente, las obras!!!

La verdad es que, sabedor el célebre maestro de que su hermano no volverá jamás, los restantes maestros dirán:

-“El que lo ha empezado, que lo termine”…

Juega con nosotros meses y meses. Al ver que el tiempo pasa y las obras siguen paradas, comienzan los murmullos generales:

-“¡Ay, qué lástima, se les acabó el dinero!...

Nada más falso. Rocío, que es genial para el asunto “dinero”, no ha dejado ni una sola semana de rifar ni de cobrar los cupones. La incansable Conchita no abandona sus libretas. Ni lluvias, ni vientos ni temporales impiden que su esbelta sombra falte a la puerta de cada casa:

-“El cupón de esta semana y del de al otra, que no estabas en casa”…

Así, la cartilla del fondo femenino crecía  y crecía…

Es cierto que ese calor primero se va apagando y el pueblo (que en este tiempo gris no tiene más novedad que la caída de las hojas otoñales) mira hacia la valla solitaria y se escuchan risitas burlonas.

Esta gran pausa –que sirvió para recaudar el suficiente fondo para que jamás hubiese después necesidad de forzosas paradas- nos vino de perlas… “Camarón que se duerme la corriente se lo lleva”… pero nosotros estábamos con insomnio perpetuo y pensábamos en Napoleón, que decía que para ganar las guerras eran necesarias sólo tres cosas: Dinero… dinero…  y dinero…

Pues…. ¡a por él!...



LAS RIFAS.

Fueron las rifas la principal fuente de ingresos. Tengo el placer de hacer constar que la primera que se efectuó fue una Batería “Celián”, con sus correspondientes talonarios, que yo regalé. Fueron las primeras cinco mil pesetas limpias para el fondo “Pro-Capilla”. Muchos siguieron el ejemplo y jamás se compraban los regalos que se rifaban. Así, lo recaudado crecía y crecía.

Roció y Conchita alentaban al simpático Pepeillo para que vendiese todas las papeletas en poco días. Fue tal el triunfo y la rapidez con que las vendía que en una ocación, sin que él se diese cuenta, le hicieron talonarios dobles: doble rifa, con dobles regalos… pero con una doble ganancia, y en una sola semana… el mismo comentaba:

-¿Pero… todavía no se acaban estos talonarios?... ¡Me c… en la leche p…!

Mientras, los comentarios no cesaban por la paralización de las obras. Pero los fondos crecían como la espuma. Las incansables mujeres no conocían el descanso.

Los hombres no querían ser menos, y gracias al brillante idea y esfuerzo de Laureano Ramírez Rodríguez, el frenético deportista y mejor crucero, se efectuó la rifa de un coche, la cual dejó pingües beneficios. Y, junto al entusiasmo que éstos produce, contrasta el desaliento por la prolongación paralización de las obras.

Caen las primeras lluvias y con ellas se va enfriando el caldeado ambiente. Los relámpagos quieren competir con aquellos nuestros alegres cohetes… Durante los entierros –paso forzado frente a las obras-; se escuchan comentarios:

-       Parece que se acabó el dinero…

-       ¿No será para que cuajen bien las mezclas?...

Por la intención se sabía del “bando” que procedían. Se podrían llenar muchas páginas. Pero mi intención es hacer una historia breve. He de destacar que mi célebre primo José, al que esperábamos impacientes para continuar las obras, se retardaba porque muchos días hacía honor a aquella coplilla que yo le saqué:

“Tengo un primo Maestro de Obras
que es un artista de inmenso valor;
pero si los mares fueran de “moyate”
él sería Cristóbal Colón”…

Es un excelente muchacho y buen trabajador pero cuando empina el codo... no se acuerda de bajarlo… Por ésta y otras causas perdía muchos días y a nosotros nos tenía enredados. Mientras, Pepillo, por el mercado…

-       ¡Cómprame una papeletita, madre, que te va a tocar la cristalería…!

A la hora, llegaba a casa de Rocío, con esas voces tan suyas…

-       ¡Osú, osú, no me da tiempo de cortar papeletas! ¡Venga, venga otro talonario!...

El gran milagro consistía en que continuaban las obras en reposo y nadie se negaba a seguir dando y dando tanto cuanto se le pedía.

Cada vez que llegaban a algún donativo o un nuevo ingreso al “cuartel general”, que era la casa de mi hermana Rocío, a Conchita se le desorbitaban los ojos como brillantes bolas de las antiguas gaseosas. A Rocío siempre le parecía poco; ella pensaba en sus grandes proyectos y, para ellos, necesitaba mucho.

Agustín, con sus pausados, lentos y cortitos pasos, nos daba más vueltas que a un puchero, y dándome un golpecito en la espalda, me decía:

-       ¡Gordo!, ¿cuándo seguimos?... Tú tienes la culpa; yo ya hubiese traído dos buenos maestros de Portugal.

Y nos reíamos, y nos enfadábamos, pero los cuatro esperábamos, alegres e ilusionados.





“GALLINA MORTA NON PIARE”…

Por fin llegó el nuevo año (1970), y con él la reanudación de las obras. Con el esfuerzo del voluminoso y sonriente maestro Benito. De un tirón se construye el hueco-puerta, con triple moldura en limpio y arco de punto completo. Muchos se asustan de la altura del arco al ver colocado su formero.

Empiezan las ignorantes opiniones, que tantos berrinches me proporcionarían, pues las obras se realizan “a pública subasta”… Algunos, escandalizados, me preguntan:

-¿No llegará la fachada a la altura de las berlingas?

- La rebasará cuatro metros…  -les repondo tranquilo y seguro.

- ¡Josú, josú…, se ha vuelto loco!....

Los dos maestros, con sus correspondientes cuadrillas (como los buenos mataores), llevan a buen ritmo las obras, que ya están a la altura de viguetas.

Las pilastras, los ventanales, las cornisas ingleteadas asombran a propios y extraños, lográndose el mayor y completo triunfo: el revuelo de comentarios anteriores pasa el pueblo entero a la complación más silenciosa… El más absoluto silencio reina en las obras. Es como cuando hay un “gran maestro” en el ruedo coronando una grandiosa faena y no se escucha ni el más leve palpitar…
Así se suceden ahora los entierros. Hasta las vecindonas que van al mercado, hasta “radio-mujeres”, tan difícil de callar, callan…

Un buen día, en mis constantes visitas, le digo a mi primo José:

-¡Primo, como decían los italianos…: Gallina morta non piare…!

El recoge el acertado comentario y se ríe de verdad. Pronto se hace muy popular entre nosotros. Y tan satisfechos están todos que voluntariamente llegan cada día tapas y vino para los albañiles.

Todo marcha viento en popa. Si entusiasmo demostró el pueblo entero al principio, ahora, al ver crecer las obras, ya es delirio y las fiebres cruceras se adelantan este año de fecha.
Da comienzo la construcción del triple campanario. La acera de enfrente está siempre ocupada y todas las caras miran hacia arriba…

-¡Tres campanas!...  ¡Dicen que tres campanas!...

Sí, y ya ven sus triples huecos donde irán las tres campanas de bronce fundido que llenarán con sus repiques de gloria todo el luminoso río de la calle Sevilla…

Los vecinos están asombrados del proyecto. Los directivos no duermen pensando en las futuras cuentas. El miedo les impide disfrutar del momento. Las mujeres no dejan de rifar y hay que destacar que, a la vez, no cesan de llegar donativos de todas partes… Crecen las obra y milagrosamente crecen los ingresos.

Desde San Sebastián llega un importante donativo y otro, espiritualmente, de mayor alcance aún. Consiste en un saquito de tierra vasca para que se deposite en las mismas plantas de la Santa Cruz, en su nuevo camarín. Lloran los devotos al conocer la noticia. No cesan de llegar fieles de todas partes…

-Cinco duros en recuerdo de mi madre, que era muy crucera…

Hasta los niños pequeños entregan entusiasmados su pesetita. Las aceras limítrofes a las obras siempre están repletas, comentando admirados los progresos realizados. En un grupo de señoras mayores surge el comentario del momento, al cruzar por la amplia calle Sevilla una exagerada mini-faldera…

-¡Hija de mi alma, que por ahí se pillas los mayores resfriados…!

-¡Qué lejos han quedao aquellos nuestros tiempos cuando llevábamos tres enaguas blancas almidonás, oliendo a membrillos y a vergüenza!...

Todos ríen el ingenioso comentario, mientras Pepillo invade el corro diciendo:

-¡Venga, venga…., otra papeletita pa la caja de vino y er jamon!...


Las obras proseguían.



MIS TORMENTOS.

Las obras continúan obedeciendo fielmente los planos y proyectos. Mis visitas diarias y dibujos a tamaño natural no faltan a su debido tiempo. Los trazo en unos grandes cartones que me suministra el buenazo de Agustín.

Pero aquí llegan las penas, los diarios berrinches. La ignorancia en la proporción y en la perspectiva de mis asiduos colaboradores hace que ellos no conciban el gran tamaño de las cosas y, cada vez que ven un dibujo a tamaño natural sobre la mesa, lo creen disparatado de grande. Cada vez que llevo el trazado de un remate, un colgante, etc., y como esto va colocado a diez metros de altura y lo ven en sus propias manos, a todos les parecen muy grandes y surgen las -por mí presentidas- discusiones.

Cada vez que esto surge les recuerdo mi contrato...

- Ni un solo céntimo. No cobro ni un solo céntimo, pero a todo el ignorante que me interrumpa lo puedo arrojar a la ... calle ...

Conchita, que es la que por sus andanzas más escucha las descabelladas opiniones públicas, comenta entre dientes:

- Ya son muchos azulejos... ¡Ay, madre mía, cuántos riquitrunes!...

Un día me tiene tan harto que, en sus propias narices, cojo los planos a todo color y los hago trizas. Son tan asiduos los comentarios que llegan a enredar a los propios albañiles… Por mis negocios tengo que viajar a diario y al regreso siempre me encuentro con algún comentario de la jornada anterior.

Los tres albañiles continúan las obras en el recinto, las cuales se efectúan a puerta abierta, a la vista de los curiosos de uno y otro bando: “A pública subasta”, como comentaría muy certeramente una visitanta. En las obras no se reserva ni una sola sorpresa. Todo está a la vista.

Como muestra, os relataré un solo detalle: el de los dos hermosos faroles de cerrajería artística que podéis contemplar a los laterales del hueco de la puerta.

Pues bien, cuando los llevé trazados al natural al taller de los señores Martínez, donde se forjaron, su tamaño escandalizó a todos los presentes:

- Muy bonitos, pero estarían mejor a la mitad de su tamaño...

Ese fue el comentario de uno de los "mandones". Radio-mujeres puso el grita en el cielo, preocupándose por el futuro de todo lo que faltaba. Con todo, di orden terminante al “Gran Manolito” (artífice de esta verdadera obra de forja) de que obedeciera fielmente mi dibujo, al que agregué dos gigantescos pescantes que lo engrandecían el doble, para ver si así se convencían y no se metían más... Como salía a berrinche diario, determiné de que no volvería a escuchar ni una sola opinión que no viniese de fuente autorizada en la materia. Me vieron tan firme en mi decisión que no se atrevían a discutir conmigo frente a frente...  Pero buscaron el medio de que yo supiese lo que opinaban sin dejarse ver. De muy simple forma: “enteraban” a mi madre (ochenta años entonces, muy bien llevados) y, en cuanto yo llegaba a casa, como buen aperitivo, entre las comidas, ella me decía:

- Pedro, he oído esto...

- Hijo, me han dicho lo otro…

- Pedro, me zumban los oídos...


Y yo, colérico, contestaba:


- Pues lávatelos bien, y verás cómo no te zumban!...
Eran mis tormentos.


Pero las obras continuaban.




EL FUERTE.


Como teníamos la obsesión obligada del ahorro, no podíamos pensar en estructuras metálicas para los altos andamiajes del campanario. Para ello fuimos reuniendo berlingas, palos, tablones y cuanta madera era posible, quizás cargando de más, por miedo al vértigo.

Se elevaba a unos catorce metros, sobresalía muy por encima de las restantes edificaciones y era bastante visible desde el campo "enemigo"...

Desde las azoteas frontales se escuchaba:

-¿Pero... tan alto lo van a subir?... 
-No se ven más que maderas...
 Desde la siempre concurrida Pescadería también tenía una gran divisa y los comentarios versaban sobre el mismo tema:

- ¡Parece un fuerte de indios!...

Verdaderamente hay que reconocer que parecía un fuerte de esos de las dinámicas películas del oeste americano. Pero nosotros teníamos un muy sólido andamiaje para toda la obra, y con un cero de gastos en su construcción.

El "fuerte" estaba surtiendo sus efectos; por su gran altura se divisaban muy bien los nuevos y primorosos trabajos: la triple arcada de sus campaniles, sus cinco pilastras de azulejería y ladrillo limpio, las airosas cornisas ingleteadas… Aquello ya olía, como decían muchos, a "canela y clavo"...

El entusiasmo popular crecía por momentos. Ya desde nuestra azotea se divisaba toda la panorámica de La Palma... La esbelta y blanca torre parecía una primorosa mocita asomada a su balcón sonriendo a cada calle... ¡Qué bien rimaba la nueva construcción con todo el caserío que la rodeaba! Con su puro estilo sevillano, pues no olviden que nuestra Cruz se llama de la Calle Sevilla.

No tuve necesidad de rebuscar estilos; sólo dejé a mi corazón seguir el impulso de sus latidos. En la propia calle Sevilla había muchas casas debidas a una gran mano maestra, orgullo de la construcción en todo lo que va de siglo, y que me marcaban la pauta a seguir. En la fuente de sus obras han de beber todos cuantos deseen descollar; era un enamorado de la obra del gran arquitecto sevillano D. Aníbal González, autor de esas maravillosas obras hispalenses como la Plaza de España, el Hotel Alfonso XIII, el artístico mechero del trianero puente de Isabel Segunda, etc...

Seguía fielmente este estilo en sus construcciones y a veces las refinaba con su exquisito arte. El ladrillo sevillano y el azulejo trianero en sus manos tomaban forma de orfebre y parecían armonizar con los compases del cante grande o con un buen molinete, sus dos grandes pasiones. Era mucho maestro el gran MAESTRO JOSE (que en la gloria de Dios descanse).

El tenía su propia cuadrilla, su peón de confianza, sus “banderilleros”. Cuando colocaba alguna moldura, con esa exquisitez que le caracterizaba, decía: “Ha quedao colocá, en to lo alto”... Y cuando le tocaba una faena larga y difícil, la comentaba exclamando: “¡Hoy han sío ocho miuras!”...

Yo tenía que hacer una construcción que rimara con sus obras, con nuestras tradiciones, y para ello sólo tenía que seguir el camino que él dejó. Todos cuantos le conocieron lo verán reflejado en esta obra. Habla a gritos de su presencia.

Con todo el amor de mi alma seguí sus pasos, porque honrando la memoria del MAESTRO JÓSE honraba y hacía merecida justicia a mi querido e inolvidable padre. La emoción no me deja continuar esta breve crónica... pero las obras, eso sí, seguían su marcha.


SE PONE LA BANDERA.

Les recuerdo que el comentario popular antes de iniciarse las obras era que las Cruces tienden a desaparecer. Ahora, sin embargo, con la construcción de la nueva Capilla La Palma viviría uno de los momentos de más ardor y entusiasmo en la larga y apasionante vida crucera de la ciudad. Se encendió el fervor crucero de tal manera que erael latir diario de la localidad. Jamás estuvo la Hermandad más unida. Nunca se tendieron las manos más generosas. Llegaban los donativos voluntarios constantemente. Nadie se negó a nada justo que se le pidiera.
Las obras marchaban a un buen ritmo. Con las primeras flores de la alegre primavera llegaban a su máxima altura. Pese a nuestras controversias, los "cuatro pilares" seguíamos firmes y constantes sosteniendo todo el tinglado. Esperábamos la Cruz de cerrajería que coronarael esbelto campanario, y que no acababa de llegar. Un muchacho de Niebla la estaba forjando a ratos, sacados a su gran trabajo por satisfacer los deseos de su novia, pero no podía adelantar cuanto quería.
Aprovechando esta espera, un día que me encontraba deviaje, el célebre "Manuel" (el mismo que se había nombrado encargado de obras y que durante tres meses había brillado por su ausencia) se subió al campanario y en todo lo alto colocó su bandera... Cuando las obras ya tenían su máxima altura, ello ostentaba un triunfo para el cual en nada había colaborado. Las dos mujeres que tanto estaban luchando constantemente y gracias a las cuales marchaban las obras, al ver ondear la bandera, la mandaron quitar: no lo creían prudente sin estar colocada la cruz. Pero abusando de su nojustificada autoridad, la volvió a colocar. Con esto el célebre "Fuerte" quedaba coronado y confirmaba la razón de su título, impuesto por los "contrarios". En su indignación las mujeres se negaron a seguir colaborando, y estuvo a punto de volverse a formar una gran "guerrilla" interior. El señor Presidente, como buen diplomático, "se hizo ellonguis"...
Al llegar me encontré el ambiente caldeado. De primera intención no me gustó el tema, pero después comprendí que no íbamos a abandonar nuestros desvelos y fatigas... Fueron como banderillas de fuego que nos avivaran en la pelea. Seguimos las obras con más ahínco si cabe, y ya venían terminándose hacia abajo con todo detalle, incluso esmaltando los fondos en blanco el incansable Francisco "Bizcocho"... Todos tenían el mismo comentario al contemplar lo terminado:
-¿De dónde sacan tanto? ..
Ni un solo día de descanso y esta marcha alegraba a todos. De nuevo unidos y luchando por un mismo afán: estrenarla para las cercanas fiestas... ¿Sería posible?
Las pilastras quedaban coronadas por artísticos jarrones, azucezones de cerraje- ría, y alguno comentaba:
-¡Como los de la Giralda!
Aquello, como todos los demás detalles, nos acercaba al puro estilo sevillano deseado. Desde las azoteas del "enemigo" ya se distinguían perfectamente las líneas del armonioso campanario, sus pilastras, sus remates... Se llevó el aire más de un suspiro. La rumorosa calle Sevilla mantiene su ajetreado paso de gentes desde que pasan para el mercado, cuando aún no han tocado para misa, y son las doce de la noche y no cesa el tránsito. Esto daba lugar a que siempre hubiese algún curioso admirando las obras...
- y la vidriera del centro, con el escudo de la Hermandad, ¡que le entran a uno escalofríos al mirarla! -decían unos.
A veces llegaba a tanto su admiración que gritaban:
-¡Viva la Santa Cruz de la calle Sevilla!
Entre sofocones e ilusiones, las obras seguían su marcha.


LAS TRES CAMPANAS.
El dinero había que administrarlo muy certeramente, pues se sucedían los cuantiosos gastos. El cerebro de Rocío no encontraba minuto para el descanso. Se había pedido presupuesto de las campanas y sumaban mucho dinero.
Una tarde pasaba un entierro (paso obligado en nuestra esquina)... Contempló ella la emoción de un doliente al admirar el campanario pensó:
-¿Y si le proponemos a alguna persona que haya perdido a un ser querido que la costee y lleve su nombre?...
La primera en consultarle fue la madre de la llorada Candelaria. Le emocionó la idea, la aceptó con lágrimas en los ojos y sólo alegaba que podía pagar únicamente la mitad... Se aceptó, completándose como se pudo... La primera campana se llamaría CANDELARIA.
La segunda fue un inesperado y emocionante suceso: una llamada voluntaria. La familia Gil Pérez (simpatizantes de "la parte contraria") deseaba honrar la memoria de su padre -fallecido muchos años antes- y que hubiese así una campana llamada SAN FRANCISCO, porque muy cerca de donde ella habría de sonar había nacido y se había criado Francisco, su padre. Fue un bello gesto que agradeció toda la Hermandad. Las familias se unían, en efecto, al pasado, a sus difuntos, a sus sentimientos, a sus queridos recuerdos.
La tercera se llamaría ISABEL. La subvencionaría la familia Redondo-Suárez en recuerdo de su madre, que vivió en el mismo lugar donde se realizaban las obras... Cruceros de pura cepa.
Llegaron encargos para muchísimas campanas e incluso hubo quien quiso pagar más y adelantarse a otros, pero se respetó -como en todo- los primeros impulsos. Esto daba motivo para pensar que aún quedaban muchos detalles precisos y caros, para los cuales se barajaban nombres (para cuando llegase su día). Por ejemplo, la cuestión toda de herrajes se repartió entre varios talleres: Martínez, Cera, Enamoraos, Vicente, Díaz... Cada cual colaboró con sus esmerados trabajos, esfuerzo y entusiasmo, y así se construyeron puertas, faroles, jarrones de azucenas, rejas del presbiterio, mesa para el sacrificio de la misa, vidrieras, ventanas, etc, etc. Todos respetaron fielmente los dibujos al natural trazados y cuantas advertencias les hice en mis visitas personales. ¡Cuántos pasos y cuántos sofocones!
Pues, en efecto, el tiempo avanzaba y queríamos bendecirla y estrenarla en las cercanas fiestas de mayo. Y se escuchaba:
-¡Eso es imposible... Si se perdieron los seis mejores meses del verano!
Ese es el tiempo que ahora nos haría falta.
Las dos puertas laterales del altar mayor (depurada obra de talla, laca y dora- dos) fueron donación generosa del taller de José Martín, compartida con varios de sus empleados, quienes hicieron igualmente todos los formeros de las obras, alentados por su emotivo sobrino Juanito, gran entusiasta de "nuestro partido" ... ¡Dios, por igual, os lo pague a todos!
Acción muy curiosa y elocuente fue la de la persona que regaló un huevo para las tapas de los albañiles... ¡Qué poca cosa y qué grande ante Dios! 
-Era lo único que tenía para almorzar hoy -nos dijo.

No cesaban de llegar cartas y donativos de todas partes. La obra había repercutido y llamado emotivamente a todos los corazones cruceros que vivían esparcidos por nuestra piel de toro... Hasta los niños pequeños reunían sus pesetillas para entregarlas. ¡Qué caritas tan alegres ponían al hacer sus entregas! Los viejos se aferraban a la vida más que nunca porque querían verla terminada. Y más unidos todos en un mismo sentir. Nadie recuerda un fervor más común. Las Cruces, que tendían a perderse, se agigantan y están más palpitantes, más aguerridas a las almas. Gracias al esfuerzo de los "piomperos" toman primerísimo plano, hirviendo el entusiasmo popular y el fervor crucero. Y todos hacia una misma meta: ¡Hay que terminar la Capilla! -¡Imposible para este año! ¡Si sólo falta un mes y el interior aún no se ha tocado!.... - comentan.
 -Pero la fachada está divina...
 Qué elogio más disparatado pero más certero. Más no se puede decir en boca de los curiosos. Divino no hay nadie ni nada más que Dios. Pero El nos comprende y nos perdona nuestro entusiasmo.
Entretanto, la operación loseta estaba servida.


OPERACIÓN LOSETA.
Dan comienzo las obras en el interior. El tiempo está tan triste y oscuro como los fondos, que ya están acusando las grandes sacudidas (me refiero, como comprenderán, a los fondos monetarios...) Mi hermana Rocío pregunta:
-... ¿y la solería?...  A mí me gustaría de mármol…
Porque ella, en todo, es como la que no tenía camisa y la quería de Holanda... Ya se habían pedido varios presupuestos a los marmolistas y resultaba cada loseta a unas cien pesetas. Un montón de miles toda la solería... De repente, propongo: "empecemos ahora mismo la Operación Loseta. Aquí están los primeros veinte duros"…
-y los míos. 
-y estos cuarenta míos...
 Hasta el mismo peón de albañil que se encuentra presente (medio alegrete por las cuatro copillas suministradas) alarga su billete. ¡Grandioso gesto! Le resta así diez litrazos de su peculio particular... Pero qué alegría en sus ojos... Estoy seguro de que se puede ganar el Cielo con el valor de un huevo o con la restricción de unos litrillos. Sólo es cuestión de sentir el momento y hacer la total y sincera entrega.
Como la pólvora corre la noticia de la "Operación loseta" y aquella misma noche se recaudan muchas pesetas. Al amanecer ya hay quien llama a las puertas de Rocío ("Cuartel General") diciendo...
-¡Toma, mi arma, para tres losetas: una de mi abuela (lo guardaba en el Montepío), otra de mi hermana (la pobre no puede, pero me lo ha dao...), y la otra mía, que veremos a ver de dónde lo repongo!. Pero nadie quiere quedarse sin "su" loseta: Los padres (una por cada uno de sus hijos), los abuelos por sus nietos, los más solitarios por ellos mismos..., todos desean contemplar a la Santa Cruz desde "su" propia loseta.
Es tal el éxito que en sólo unos días se rebasa con creces el costoso presupuesto.
Ya se piensa en el techo, también muy necesario. Para él hago mis dibujos a base de triple corriente y cuadriculados relieves. Esto resulta casi imposible de realizar ya que el local acusa un gran descuadre. Milagrosamente termina mi hermano José sus obras por el norte de la provincia, donde ha permanecido casi dos años. A ruegos nuestros acepta terminar las obras, las cuales se hallan aún muy retrasadas. Desea empezar por el techo.
Dos noches en vela le cuesta el poder descifrar el enigma del cuadriculado techo y poder poner derecho lo que está tan torcido y descuadrado. Pero lo consigue. Además, realiza sin materiales a propósito las dos grandes pilastras estriadas. Se acompaña de dos buenos peones que puedan llevar su acelerado ritmo: el gran Varela y el simpático y ocurrente Quirri, que trabajan tanto con el corazón como con las manos.
La obra se ve volar. Mi primo abandona y, solo, sigue Benito. Con los nuevos elementos adquiridos, la obra marcha. Laboriosidad y fondos, los dos principales elementos, van evolucionando... Nuestro lema es ir pagando cuanto se realiza, para no acumular futuras deudas. Todos los beneficios de la rifa del coche ya han desaparecido y las mujeres llevan abonadas un gran montón de facturas. La furgoneta de Agustín no cesa de dar viajes...
Se trabajan largas jornadas dobles. Cuando pasan los panaderos de vuelta de su trabajo, las luces de la Capilla todavía están encendidas... El entusiasmo crece con las obras. Ya es delirio en cuantos nos visitan... El maestro "Bizcocho", brocha en ristre y auxiliado por su hermano, lo viene dejando todo terminado. Se tropiezan allí albañiles, diseñador, carpinteros, herreros, cristaleros, pintores, etc. De repente se oye una voz:
-¡Ea, venga, no digas que no... Una papeletita de las mil pesetitas, que te va a tocar...!
El incansable Pepillo... no tenía horas.


MAYO.
Galán de fiestas y amores, llegó Mayo, florido y hermoso. Los alegres compases de la gaita y el tamboril, en las tibias madrugadas, espoleaban el alma crucera. El penetrante perfume del verde romero y los claveles reventones proclamaban a gritos la triunfal primavera… Por estas fechas, todos los años, ya se trabajaba afanosamente en las artísticas carrozas para el ROMERITO.
Este año no era menor la tarea para poder estrenar la CAPILLA. La incógnita seguía palpitante, pues sólo faltaban unos días y aún eran múltiples los detalles que quedaban.
La escobilla es lo que impera en toda la calle, blanca, limpia y sonriente para las próximas fiestas. La alegre calle Sevilla viste su inmaculado traje de cales, y el jolgorio reinante proclama a los cuatro vientos el gran acontecimiento que se aproxima.
Los marmolistas colocan el frontal de mármol italiano y el zócalo almeriense del mismo material… El simpático Quirri, pasándole suavemente la mano a las grandes planchas, pulidas y brillantes, exclama:
- ¡Si parecen jamón de york... !
Reíamos sus ocurrencias y todos habíamos trabajado como locos para lograr nuestro objetivo: construirla, terminarla y bendecirla en... ¡sólo cuatro meses!
Las obras están materialmente terminadas. Nos faltan todos los ornamentos sagrados para la celebración de los cultos, luces, adornos y complementos… La infatigable Rocío sale al encuentro. Ella tiene una lista muy particular de aquellas personas que están pendientes de su donativo. Les va explicando y exponiendo las necesidades, resultando lo siguiente:
- El artístico y maravilloso Sagrario de plata, a cuenta de D. Ildefonso Calvo, en recuerdo de su amantísima y crucera madre (la célebre "Pimpollita"), de tan grata memoria.
- Cáliz, copón y demás ornamentos de rico metal, donación de D. Miguel Díaz Sánchez, añeja solera de esta Hermandad.
- Candelabros para el Santísimo, a cargo de Dª Pura Leal de Garrido.
- Triple antorcha de plata, obsequio de Dª Alfonsa Calvo de Montes, por un reciente favor de la Santa Cruz en la persona de su sobrina.
- La otra triple antorcha, del mismo metal,  por Dª Manuela Ávila de Franco... Es digno de destacar en este sentido la visita del señor Franco: espontáneamente, un atardecer, con su mono de trabajo, las manos grasientas por el camión, hizo acto de presencia en casa de mi hermana Rocío diciendo: "Quiero que de una antorcha de plata y tres losetas (una por cada hijo mío) me diga usted el importe para enviárselo cuando sea. Aunque ahora vivimos en Huelva esto no nos impide llevar la Cruz muy dentro y tener mucho gusto en que reciba nuestro presente" ...
Que la Santa Cruz lo proteja por esas carreteras, y siento no saber su nombre completo, que debiera de figu
rar con letras de oro 
en las paredes de la 
Casa-Hermandad. Ja
más vi un ofrecimiento
to más sincero y emo
tivo. Dios estaba muy
 cerca de nosotros en 
este maravilloso tiem
po, y que me perdone algún donante si involuntariamente omi
to su nombre... ¡Son
 tantos!... Nunca se
 podrá dar las gracias a
 todos porque nadie
 -creo yo- lleva una
 lista detallada, aunque estas cuentas se 
escriben en el Cielo y 
allí siempre aparecen... Hago con orgullo constar que
 colaboró el pueblo entero, y algunos forasteros.
Al margen del -Trío Casolito-, no se puede olvidar la constancia de Conchita; el desinterés y colaboración constante de Agustín y de tantos y tantos… Se llenarían muchas páginas. Colaboración múltiple y sincera de toda una ciudad. La Palma del Condado, tan católica, tan mariana, tan crucera, tiene un nuevo templo construido por ella y para ella. Nosotros sólo fuimos los elementos de los que se valió la Providencia para llevarlo a cabo.
Son las vísperas y se trabaja sin horario y sin descanso. Tropezamos allí los unos con los otros. No se quiere omitir detalle. Nos escapamos para visitar en Sevilla al Director de Radio España, sin más recomendación ni aviso que nuestras propias ansias y el apremiante tiempo récord de los segundos contados.
Logramos del amable y simpático Director la retransmisión en directo de los actos de Bendición e Inauguración de nuestra querida Capilla al día siguiente, dejando grabado en aquel momento y directamente un avance de las mismas... ¿Cómo pude hablar ante los micrófonos en aquellas instantes, si estaba ronco por el cansancio y por la emoción que me anudaba la garganta?
“ Ya no va de casa en casa la Cruz de la calle Sevilla...
Ya no va de casa en casa la Cruz de la calle Sevilla...
Toda la calle tarareaba ya la copla, que presagiaba un día memorable.


FECHA GLORIOSA.
Una de las sevillanas que escribí para las fiestas de la Bendición comenzaba así:
Es el ocho de Mayo fecha gloriosa,
 una joya se abre blanca y hermosa...
Viernes, ocho de mayo de mil novecientos setenta. Llegó el día tan deseado... Todo está apunto para los solemnes actos. Sólo se espera la llegada del señor Obispo para la bendición.
La calle Sevilla se halla engalanada de romero, flores, banderas... e inundada por un inmenso gentío que la desborda. Los balcones lucen su colgaduras de gala. Se masca en el aire la emoción que se avecina... No cabe en la calle un grano de trigo.
Nuestro entusiasmo ha contagiado a propios y extraños. Y me pregunto ahora, tranquilo, cómo se puede estar atendiendo a un tiempo a los señores locutores, al señor Barraquero (Jefe de producción de la película que estábamos rodando aquellos días, "La cólera del viento"), al exorno del altar, a deshojar rosas y claveles en el corral de Soledad, en los balcones de frente, en la azotea de la Capilla...; o cómo cruzábamos mil veces la calle entre el inmenso gentío... ¿Nos crecieron alas?
Milagros de la Santa Cruz que aún no me los he podido explicar. En medio de todo este revuelo, llaman a las puertas de la Capilla. Un monaguillo muy nervioso me dice:
-¡Ha llamado el señor Obispo por teléfono, que se siente indispuesto y no puede venir!
Con rapidez y sin pensármelo, contesto:
-Si durante las obras para nada nos benefició, bien puede ser bendecida por nuestro cura párroco y así todo queda en casa.
Todo se había consumado con solo la intervención local.
El paso de la Santa Cruz, artística canastilla de plata abarrotada de gladiolos y de claveles, avanza majestuoso por su calle Sevilla. Los cohetes, los vivas... cruzan el aire. Las tres campanas, como locas en su primeros repiques, atruenan la atmósfera. Se abren de par en par las sólidas puertas metálicas del nuevo templo. Bajo una lluvia de flores y bandadas de blancas palomas, la SANT A CRUZ se recorta bajo la airosa arcada. Es un solo sentir... Aplausos, vivas, repiques, cohetes... Se mezclan las risas y las lágrimas. Es a la misma vez un múltiple y solo latido en millares de corazones emocionados ...
Queda una cinta magnetofónica que recoge fiel y directamente este acto. Y me pregunto: ¡Dios mío, ¿puede recogerse todo esto en una caja de lata?!...
No se sabe fijamente el tiempo que estuvo la Santa Cruz en la puerta de su nuevo templo. Todos los allí presentes estaban incontrolables. Por fin, entre una nube de incienso, hizo su triunfal entrada la Santa Cruz. ¿Podían aquellos fuertes muros contener aquel latido?  Todo el que tuvo la dicha de contemplarlo vibrará en este momento, pues todos los actos divinos están inundados de luz y vibración.
Comenzó el acto 
de la Bendición del templo por el señor cura párroco, D. José Mora Arrayás, quedando la Cruz instalada sobre el presbiterio. Durante toda la noche no cesó el constante desfile de fieles. Felicitaciones, admiración y asombro de los visitantes.
¿Pero había alguien que desconociera las obras? Comprobamos que unos por prudencia, otros porque sólo salen de Cruces a Virgen de Agosto...  La verdad es que éstos fueron los más gratamente sorprendidos. Triunfo rotundo de líneas, de estilo, de construcción; tiempo récord y recaudación. A mi madre volvieron a zumbarle muy fuerte los oídos,  pero ahora de felicitaciones y alabanzas. Todos estallábamos de gozo y de satisfacción. Conchita estaba más nerviosa que Cristobalito, el célebre niño televisivo...
Insertamos a continuación las letras de las sevillanas de la nueva Capilla, porque ellas hablan por si solas de este acto y porque alegremente estuvieron resonando durante todas las fiestas:
I
Ya no va de casa en casa
la Cruz de la Calle Sevilla,
la devoción popular

le construyó su CAPILLA.
Entre mármoles y rejas,
terciopelo y vidrieras

se confunde el estallido
de la plata y la madera.
Las tres campanas comentan
cuando tocan a maitines:

¡Qué a gusto nos encontramos
en la CASA LOS MARTINEZ!

II
Cohetes piomperos
son telegramas

que a las puertas del cielo
muy fuerte llaman.
Al estallar de gozo
refulge y brilla

y anunciando se abre
la nueva CAPILLA.
En este pueblo blanco
¡qué maravilla!,
azucenas de cales

en la calle Sevilla.

III

En la puerta de la Ermita
ya se ha parao:
una lluvia de flores
la ha coronao.
Aplausos y cohetes.
Vibra er gentío,

y los corazones brincan
al estallío.
Y la Luna crucera
pide paliques
bailando de alegría
con los repiques.

IV

Es el ocho de Mayo
fecha gloriosa,
una joya se abre
blanca y hermosa.
Entra el señor Obispo
entre ovaciones, repartiendo sonrisas

y bendiciones.
Y pregunta emocionado:
“Decid, hijos míos,

tan sólo en cuatro meses...
¿cómo...  han podío?...
No, no llegó el Obispo, pero llegó el júbilo y la satisfacción a toda una calle, a todo un pueblo. Y, dos días después, la primera salida desde la nueva Capilla...

LÁGRIMAS DEL CIELO
El domingo día 10 amaneció nublado. Las nubes siempre han sido nuestro peor enemigo. Pero el ambiente se puso al rojo vivo cuando la prestigiosa Banda de cornetas, gaitas, tambores y música de la Guardia Civil de Sevilla bordó las dianas campanilleras frente a la Capilla. Su perfecta ejecución emocionó a todos los presentes. Muchos aún no se habían acostado.
La Santa Cruz caminaba hacia la iglesia arciprestal, donde se celebraría la solemne función religiosa para después recorrer toda la población.
-¿Por qué la Santa Cruz no tenía ese brillo especial de sus grandes solemnidades?... ¿No le satisface cuánto le hemos hecho? ...
Estos y otros muchos comentarios se escuchaban al contemplar el oscuro cielo. Yo presumía en el ambiente algún raro acontecimiento. ¿Había decaído algo el fogoso ambiente de la noche de la Bendición, o es que se acusaba el cansancio?
Suenan las doce campanadas del mediodía, seguidas de alegres repiques y una salva de cohetes. Resplandece la Santa Cruz en el pórtico de la iglesia. Un travieso rayo de sol la ilumina radiantemente.
-¡Esta sí que es mi Cruz; ya me sonríe! -decimos. Pero es muy fugaz su alegría. Negros nubarrones van cubriendo el cielo. Nos saludan las primeras gotas de rocío. Se desluce el recorrido por la amplia calle Real. Resulta destructivo el aguacero, y, para que no se estropeen los bordados en oro de las artísticas bandas, se las quitan... La Cruz queda más bella que nunca con sus brazos desnudos, para abrazar así más sinceramente a todo el pueblo, a ése que se ha sacrificado por Ella... El cielo llora contagiado por la emoción y yo, en mi febril entusiasmo, comprendo el gran mensaje que Ella me envía: -Estoy muy contenta, y tanto me gusta mi nueva Casa que quiero volver a ella-...
Parece que este pensamiento se transmite rápidamente a todos. Se da media vuelta y, sin salirse nadie de las filas, aguantando la lluvia, con paso alegre se vuelve a casa.
Cuando de nuevo rápidamente cruza la Santa Cruz su calle, en todos los rostros se ligan las propias lágrimas con las que destila el cielo. Vuelve la fuerte emoción, más intensamente si cabe. Nadie quiere que la Santa Cruz entre de golpe y, situada a las mismas puertas de su nueva morada, recibe la constante y larguísima salva de millares de cohetes (todos cuando tenían que haber sonado en el íntegro recorrido, y yo creo que muchísimas más).
La calle presenta el mismo aspecto de la célebre noche, pero pasada por agua. Todos estamos empapados pero nadie osa mudarse, ni lo siente siquiera. La emoción es así más sincera, más íntima, más sacrificada... Para amar más a la Cruz hay que tener los pies en el Calvario...
 He sentido la mejor felicitación de mi vida: la Santa Cruz quiere disfrutar plenamente su Casa. Era muy pronto para sacarla de ella... En cuanto entró, cesó la lluvia... Los bailes no cesaban; se cantaba, se bailaba y nadie recordaba que había llovido. Fue la voluntad de la Santa Cruz para que las fiestas estuviesen más íntimas, más reducidas a su propia calle. Estoy seguro -escribía yo entonces- de que cuando salga en las próximas fiestas, como ya lleva un año en su Casa, lucirá un sol radiante... ¿No lo creéis? Pues estoy seguro. Tengo fe y todo lo espero. 
Sabéis que las grandes obras... siempre se remojan con las lágrimas del Cielo.

LA PRIMERA MISA
Después de los grandes acontecimientos, vino la calma. No faltaban las visitas diarias. Todas las noches se abría la Capilla, profusamente adornada de luces y flores.
-¡Qué radiante luce la "mini-basílica"! -decían algunos.
Los admirativos comentarios no faltaban. Y como primeros cultos se celebró la Novena a la Santa Cruz. El templo era insuficiente para la concurrencia de fieles. Jamás en toda la historia de la hermandad se había conocido un mayor fervor crucero.
Pasado el mes de mayo, los vecinos no se resignan a dejar de contemplarla ni un solo día, así que por unanimidad se acuerda celebrar el Santo Rosario en ella los martes y viernes.
Con sólo el fervor popular los cultos se suceden, y esas Cruces que tendían a desaparecer se agigantan y se entronizan en todos los corazones palmerinos... Fue mayor esta "reconstrucción" que la de las mismas obras.
Unos desean celebrar allí sus bodas, o los bautizos de sus hijos; otros, la santa misa por sus difuntos que no tuvieron la dicha de contemplar esta maravilla. Todos reconocen la cercana presencia Dios.
La Hermandad acuerda celebrar la primera misa en una fecha dedicada exclusivamente a la Santa Cruz: el próximo día 14 de septiembre, día de su Exaltación. No hay fecha más propia y digna.
A las nueve de su noche, el templo presenta un deslumbrante aspecto: luces, velas, flores e incienso rivalizan junto con los apretujados fieles por exaltar en el ambiente. El inmenso gentío invade la calle... Aunque la Capilla fuese triple, no sería suficiente. Todos quieren estar presentes en el santo sacrificio... Al sacerdote celebrante (brillante joven palmerino, hijo de nuestros queridos cruceros Joaquín Aguilar y Pilar Díaz) le tiemblan las manos de la emoción. No estuvo más nervioso el día de su primera misa.
El aire se empapa de la profundidad del acto... A veces es un silencio sepulcral llorante; otras, la respuesta unánime a los cantos litúrgicos. Esta misa se siente en las mismas puertas del Cielo. Las sentidas y emotivas palabras del celebrante versan sobre la solemnidad de la fecha. Nuestro Lignum sacrosanto irradia un brillo especial. Los ojos de los fieles, inmóviles en sus resplandores, imploran orantes. Son las notas del himno de la Cruz (obra maravillosa del llorado poeta palmerino D. Pedro Alonso-Margado y del prestigioso e inspirado Director de la Banda Municipal de Sevilla, D. Pedro Braña) las que ponen los acordes finales... Aunque la misa ha terminado, los fieles no abandonan el templo... Tienen allí su loseta, su ladrillo, su azulejo y, sobre todo, algo más importante: un trocito de su propia alma. Todos se creen en su propio hogar. No se cansan de admirar. Siempre encuentran algún bello detalle que no advirtieron en las anteriores vi- sitas. Y rezan, y vuelven a rezar ...
-¡Adiós, preciosa!- Le dicen a la Capilla en su despedida.
El voluntarioso "sacristán" (Rodríguez, alma noble y sincera) muy lentamente va apagando luces, cerrando ventanas y vidrieras... Los grandiosos faroles de la fachada parecen dos bellos ojos azulados que se cierran al faltarle la luz. El armonioso campanario -al que le pone tornasoles de plata la brillante Luna- se recorta en el percal negro de la noche. Los forjados azucenones imponen su bella silueta. El profundo silencio de la noche vendimiadora va envolviendo el paisaje... Y los más rezagados, con pasitos leves e indecisos, emprenden el forzado camino hacia sus hogares, pero de vez en cuando se vuelven para contemplarla y murmuran:
-¡Bueno, mañana vendremos al Rosario, que es martes... !
-¡Qué ligero se me va er tiempo a tu lao ... !
...Es una de las hermanas Oli, la delgada, con esa sonrisa perenne en su mellada boca siempre abierta a la simpatía y al buen decir, digna gracia de nuestro reconocido gran sentido del humor:
-¡Y decían que iba a llover... !
-¡Y decían que iba a llover... ! 


Pedro Pérez Flores.
Corumbel (nº 124 – 125) Mayo -  Junio 1988